Esto no es normal {Libre}

Pegué un puñetazo contra la pared al escuchar como uno de los profesores del campamento me mandaba derechito a la sala de castigados. No podía entender por qué siempre era yo quien tenía que pagar el pato de todo, siempre era yo el que sufría las consecuencias y nadie preguntaba cómo había sucedido todo. Sí, era cierto que mi actitud desde que había llegado al campamento no era del todo buena, pues para mí no era fácil empezar una vida desde cero sin ningún recuerdo, ni malo ni bueno. También era cierto que yo había sido el primero y el único en darle un puñetazo al chico que tenía enfrente, pero si lo había hecho era porque él me había estado provocando durante todo el día con el tema de mi amnesia, claro que eso no dejaba huellas evidentes y nadie se preocupaba en preguntar, así que el mismo de siempre era el que tenía que cumplir el castigo.

Caminaba observando mis nudillos, pues habían quedado un tanto lastimados del puñetazo que le había dado al chico y del que le había dado a la pared, pero ni si quiera me había dejado curarme, así que tendría que aguantar todo el día con la mano así, o al menos hasta que alguien me mandase mi castigo y después me dejase marchar. Notaba como mucha gente se me quedaba mirando con curiosidad, como queriendo saber qué era lo que había pasado, pero no me paré a dar ninguna explicación, pues no merecía la pena, además, no tenía ganas de perder el tiempo.

Abrí la puerta de la sala de castigos y no pude evitar mirar de arriba a abajo a la chica que se encontraba allí dentro. Era una rubia espectacular, era mi rubia: Carrie. Esa chica era una buena amiga mía y la verdad es que se me hacía bastante raro verla allí, alcé una de mis cejas y carraspeé un par de veces. -¿Ahora hay que venir a la sala de castigos tan bien vestida?.- Pregunté en tono divertido intentando molestarla un poquito. A pesar de que me llevase bien con ella, siempre nos gustaba hacernos de rabiar el uno al otro, éramos como dos niños pequeños

Sonreí de lado al escuchar el comentario que me brindaba aquella rubia y rodé los ojos con diversión al mismo tiempo que negaba con la cabeza levemente mirándole. Al parecer Carrie no estaba de buen humor, cosa que me divertía demasiado, así era mucho más fácil incordiarle y que te soltara uno de sus muchos comentarios tajantes que no hacía más que empezar una batalla campal entre los dos, completamente sana, pues podríamos sacarnos de quicio el uno al otro, pero ante todos éramos buenos amigos y jamás nos dañaríamos el uno al otro, de eso estaba completamente seguro. Alcé una de mis cejas aún con mi sonrisa ladeada en los labios. -¿Insinúa algo señorita Fullried?.- Pregunté mirándole aún con mi ceja alzada y sin borrar aquella sonrisita tan característica mía que muchas veces conseguía sacar de quicio a la gente

Su siguiente comentario también me hizo sonreír de la misma forma, pues aquella chica me conocía bastante bien y aunque no lo hiciera en mis nudillos se veía reflejado lo que había pasado, o al menos, te daba alguna que otra pista. Aún así intenté hacerme el interesante. Me acerqué a ella y me senté en una de las sillas que había al lado suya. -¿Ah, si? ¿Y qué es lo que imagina tu mente?.- Pregunté clavando mi mirada en ella, aún sin borrar mi peculiar sonrisa de mis labios.

Me recosté hacia atrás en la silla mientras continuaba mirándole. -Quizás tu mente imagine qué hago yo aquí, pero la mía no se imagina qué haces tú aquí.- Comenté sin dejar de mirarle en ningún momento. -Se supone que tienes que ser un buen ejemplo para mi Carrie.- Murmuré intentando aparentar la máxima seriedad posible, conteniendo la risa