El calor es molesto para algunos || Jack D. Woodstone

Suspiró y volvió a rodar en su cama. En Irlanda, el calor o el frío era algo inusual debido a su clima temperado la gran mayoría del año; los climas acalorados de Australia era algo que molestaba a Cherry, y extrañaba a muchos. Muy pocos habían viajado o vivido en Irlanda como ella, tal vez era por eso; ella simplemente no estaba acostumbrada a climas tan extremos, pero ese no era un motivo por el cual dejaba de ir al campamento. Lidiaría con él como lidiaba con su madre; aunque suponía que lidiar con el clima era más fácil. Volvió a rodar, no tenía sueño. ¿Qué hora sería? ¿9,10…12? Rodó en su cama otra vez para poder ver el pequeño reloj-despertador que se encontraba encima de la mesita de noche. Era la 1 de la mañana. Suspiró pesadamente y enterró su cara en la almohada, de repente morir de asfixia sería más… ¿En que estaba pensando? Levantó la cabeza rápidamente y rodó los ojos. Era el calor, estaba segura de eso; ni muerta se quedaría ahí un rato más. Movió las sabanas a un lado y se sentó en la cama, se cambió el pijama por un bivirí blanco holgado con el logo de “Nirvana” y un short negro seguido por unas finas sandalias, las cuales odiaba.

Afuera, el calor era el mismo. Sin embargo, la fría brisa lo ahogaba un poco, haciendo el ambiente más cálido. ¡Sin duda era la mejor idea que había tenido en años! ¿Cómo no lo pensó antes? Ah, claro… era por el toque de queda de los años anteriores. Cherry no sabía muy bien si aquella regla seguía intacta ese año, pero estaba a punto de descubrirla. Era algo bueno que los caminos fueran de cemento en vez de tierra, pues así esta no entraba por las sandalias. Mientras avanzaba, podía escuchar el sonido de las sandalas contra el piso, provocando un eco que –ella juraba- se escuchaba por todo el campamento. El silencio de la noche provocaba que todo el sonido se escuchará en un volumen más alto de lo normal; de seguro así la descubrirían más rápido. Paró en seco, tratando de pensar en donde ir. La pileta estaba cerca, era de noche y no había nadie. Era perfecto. Cambió su rumbo doblando en una curva, y después de caminar un rato –un largo y aburrido rato- llegó a su destino.

Soltó una pequeña exclamación de alivió al momento de sentarse en una de las bancas cerca, no se acordaba cuán lejos estaba la pileta de su dormitorio. La pileta se veía tan fresca… pero ella no hacía locuras en la noche, o bueno sí, pero no cuando esa locura podía despertar a la mayoría. Se sacó las sandalias y se hecho en la banca, moviendo sus pies al sonido de la música que repetía una y otra vez en su mente.

Jack volvió mirar el teléfono que tenía encima de una mochila que se encontraba tirada al lado de su cama. Las una menos cuarto. Se sentó en la cama, mirando a su alrededor, todos sus compañeros dormían, alguno de ellos roncaba, con una risa reprimida se dejó caer de golpe otra vez en la cama. "Maldito cambio horario" murmuró mientras se daba la vuelta y enterraba la cabeza debajo de la almohada. Sabía que no le entraría el sueño hasta dentro de unas horas, ahora estaría empezando la tarde en Inglaterra y, él tenía la sensación de haberse tomado unos cinco cafés antes de acostarse. Le costaría unos días coger un buen hábito de sueño, dentro de lo que cabía, pues cuando empezara con las fiestas en el campamento pasaría directamente a no dormir, aunque valía la pena. Parecía que había pasado una eternidad desde que había mirado la hora por última vez pero solo habían pasado unos míseros quince minutos. Ya desesperado puso los pies en el suelo, y en un torpe movimiento debido a la oscuridad cogió unas vans y una camiseta blanca que colgaba de una de las sillas de la caballa. Salió con cuidado escuchando como sus pies crujía bajo la madera y se sentó en la puerta para ponerse los zapatos, llevaba unas bermudas verdes, era raro dormir con bermudas, pero Jack era demasiado vago como para ponerse otra cosa, y más si sabía que no iba a conseguir conciliar el sueño. Se pasó la camiseta por la cabeza y echó a andar.

Iba sin rumbo, por el campamento, notaba en calor pero una brisa lo hacía más ameno, otra cosa a la que tardaría en acostumbrarse, el calor, echaría de menos los días lluviosos y grises de su querida Londres. A veces veía alguna que otra luz tenue imposible de reconocer el foco que la producía, sabía que seguramente no debería estar allí, pero se negaba a seguir dando vueltas en la cama. Oía el eco de su respiración y sus pasos pero no se preocupó, todo el mundo, o cualquiera que no viniera de tan lejos, estaría durmiendo.

Sin darse cuenta se encontraba cerca de la piscina, sabía que las cabañas estaban lejos de allí, no sabía cuanto tiempo llevaba caminando pero ahora no se iba a dar la vuelta. Con algún que otro salto tonto, debido al aburrimiento, se acercó a la pileta, veía el agua debido a algún que otro destello blanco. Al alzar la vista vio al otro lado de la piscina una figura tumbada en una de las bancas. Con una sonrisa traviesa dio la vuelta a la piscina por el borde, intentando no hacer ruido. Cuando estuvo a unos cuantos metros reconoció a la chica y se agachó andando así hasta la banca, veía los pies de la chica moverse. Con cuidado se colocó cerca de la cabeza de Cherry, y aguantó la respiración para que esta no la oyera. -¡Bú! -dijo en voz alta con los ojos exageradamente abiertos a la vez de asomaba la cabeza por encima de la de la chica y colocaba ambas manos a los costados de esta.

En su mente, las letras de “You know you are right” del grupo Nirvana resonaban fuertemente, casi como si tuviera el reproductor allí, escuchando la música verdaderamente. Sonrío ligeramente, amaba esa banda, amaba al vocalista, pero sobre todas las cosas, amaba su segundo nombre que –misteriosamente- representaba su fanatismo. Obviamente, su madre no lo había escogido por esas razones, pero eso no le importaba mucho a Cherry. Cerró los ojos, encerrándose por un rato en su mundo; de sus labios empezaron a salir pequeñas partes de la letra mientras en su mente, visualizaba un concierto en los grandes terrenos de su casa en Irlanda. Su bella Irlanda, como ella le decía. La canción nunca terminaba, repetía el coro una y otra vez pues se lo sabía de memoria… Abrió repentinamente los ojos ante el sonido de algo, ese pequeño sonido que le había devuelto a la realidad de mala manera. ¿De verdad estaba tan metida en su mundo? Ni siquiera oyó los pasos del chico en ningún momento, y ahora, él estaba ahí. Jack.

Dudó entre levantarse o no del asiento por unos pocos segundos, si lo hacía, demostraría que Jack si la asusto. Pero, como Cherry muy bien sabía, el susto era una de las debilidades más grandes, demostrar el tener miedo de algo era simplemente inaceptable. Como decía Aidan, “El miedo es uno de los peores sentimientos del hombre”. Haciendo una mueca, relajó su rostro, arrugando ligeramente la nariz. De ahí, más calmada, se levantó de la banca; no sin antes darle un zape en la frente a Jack - ¿Qué demonios crees que haces? – Preguntó, más curiosa que enojada. A pesar de tener carácter fuerte, eran pocas las veces donde se enojaba, y si lo hacía, eran por cuestiones graves. Para ella, enojarse era tomarle importancia a un asunto, y ella no estaba para eso. Posó sus orbes azules en el chico, esperando una respuesta, una disculpa… Más la segunda, pues pensaba que Jack la conocía un poco como para saber que esa clase de cosas le disgustaba.

Debía admitir, que Jack la conocía mucho para su gusto. Él era como el clavo de su pared, una vez que lo enterrabas en el frio cemento, era imposible removerlo. Aunque, también tenía que admitir que ella no se molestó en coger el martillo y sacarlo de la pared, era decir, sacarlo de su vida como hacia usualmente con las personas. Jack Woodstone era uno de los pocos que compartían su carácter y que aceptaban sus frías respuestas; Cherry podía andar sola, pero no le gustaba la mayoría del tiempo.

Mientras esperaba la reacción de la chica que tenía los ojos cerrados por su mente pasaron centenares de cosas, el día que pusiera los pies en la tierra de darían un premio. Por un segundo se acordó de sus padres y su perfecta vida de ricos, ellos nunca había aceptado ni aceptarían el carácter y las decisiones que tomaba Jack. Ellos siempre habían querido que fuera un señorito, con clase y modales, intento fallido por su parte, la frialdad de los padres había influido en Jack de otra forma y lo había llevado a rebelarse contra sus reglas y sus opiniones. En el fondo los quería, muy poco, pero lo hacía, aún así prefería estar lejos de ellos la mayoría del tiempo.

La nariz arrugada de Cherry le causó algo de gracia, sabía de su testarudez pero Jack siempre la pasaba por alto y, como a la mayoría, simplemente intentaba hacerla reír. Otro punto que nunca apoyarían sus padres, nunca olvidaría todas aquellas regañinas que le cayeron entre los seis y los doce años por ser el payaso de la clase, él no iba a cambiar y a quien le gustara bien y a quien no también, esa era su forma de pensar. -A mí también me alegra verte. -masculló entre dientes mientras se sobaba la frente, su mano, como acto reflejo, le llevó a revolverse el pelo. -No te enfades, solo te saludaba... a mi manera. - Se levantó a la vez que se encogía de hombros con una inocente risa y rápidamente se colocó al lado de la morena devolviendo a esta la mirada. -¿Y se puede saber qué haces tú aquí? -preguntó curioso, pues no era lo normal que la gente estuviera en la piscina a aquellas horas y Jack tenía un lado curioso muy grande, siempre quería saberlo todo, no había detalle que se le escapara. Tras formular la pregunta se sentó en la banca y dio unos golpecitos a su lado, mientras una pequeña sonrisa adornaba su rostro, invitando a la chica a sentarse con él.

La noche estaba completamente cerrada, hacia buen tiempo, soplaba una pequeña brisa, pero el cielo estaba lleno de nubes que no dejaban ver a través de ellas, probablemente llovería al día siguiente. Bueno, no sería como en Londres, pero al menos llovería aunque fuera unos minutos. La lluvia no solo le recordaba a Londres si no también a Escocia, donde había huido durante los meses de verano antes de que lo llevaran al campamento, también había pasado allí muchas Navidades, con su tío y primo por parte de padre, ellos eran completamente diferentes a lo que Jack estaba acostumbrado, allí no se le pedían ni modales ni etiqueta a todas horas. Probablemente era con los únicos familiares que tenía una buena relación, si contar a su fallecida abuela, ella lo había introducido a la música y regalado más de una guitarra a escondidas de sus padres.